Los demás son mi mejor espejo

26.02.2024

Nos han enseñado a distinguir entre yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos. Es un recurso necesario para poder experimentar, en esta Tierra, la separación. Pero poco tiene que ver con la realidad. Incluso la física ya describe que hay una conexión esencial entre todo lo que existe, de modo que yo no soy una entidad tan separada como me parece, ni tan diferente. A menudo repito que las personas somos todas muy parecidas. En realidad, tenemos básicamente las mismas necesidades. En el camino del autoconocimiento, lo habitual es volcarse hacia el interior para explorar la propia mente, la manera especial de cada cual de responder a los desafíos cotidianos, etcétera. Pero en ese camino no podemos eludir el importante papel que juegan «los otros». Porque sin ellos yo no podría descubrir mis resortes ocultos. «Ellos» son los que me ponen entre la espada y la pared, y quienes hacen aflorar en mí todo aquello que no he querido o podido ver.

Durante la mayoría del tiempo de mi vida estoy solo. Quiero decir, bastante solo. Vivo en un finca enorme, trabajando bastante en ella y no salgo apenas. Sin pareja, sin vida social, mi vida transcurre apaciblemente entre mi interior y mi trabajo. Ahora vivo esta época con anhelo, a pesar de que en este momento lo vivo con dureza. Es una etapa crucial para mí, en la que puedo aprender muchísimo sobre mí mismo y en la que puedo poner los cimientos de la construcción diaria de la paz interior. Sin embargo sigo buscando pareja, antes de que toda mi estructura cruja. Obviamente, hay muchas cosas que ya he aprendido, pero también hay unas cuantas acerca de las cuales me estoy autoengañando.

Muchas de ellas están relacionadas con la autoestima. Trabajo duramente con mi autoestima. Me atrevería a decir que la mayoría de las personas tenemos que hacerlo, pero no estoy seguro de este punto. Solo sé que yo sí tengo que trabajar, ¡y mucho!, para amarme a mí mismo. Empezando por amar lo que hago para después poder amar lo que soy, amando lo que soy cuando estoy contigo para poder amar lo que soy cuando estoy conmigo. Pero después de todo ese camino, aún me encuentro hiriéndome a mí mismo en nombre del amor incondicional ¡por otro! No puede ser que el amor incondicional me pueda llevar a lastimarme; se trata del autoengaño, de nuevo en acción. La pareja permite encontrar los propios límites, más allá de lo que soy capaz de explorar en mí mismo.

Lo mismo me ocurre con mi familia. Cuando hablo de límites, no me refiero solo a las creencias que me limitan al empequeñecerme, sino también a las que me amplifican. El problema es cuando, ante esos nuevos límites que descubro, me entra el miedo o el cansancio, me deprimo y decido abandonar, y lo único que hago es cambiar las circunstancias exteriores, como si ellas fueran las causantes. De nuevo, todo es solo conmigo. La solución no es cambiar lo de fuera (cambiar de pareja, cambiar aquello que me ha llevado a toparme con mi límite). La solución pasa por verla, amarla y saber que no soy tan perfecto como pensaba, pero tampoco tan limitado como creía. Y decidir continuar adelante superando, una vez más, esa terrible pared que me parece que tengo delante, pared que habitualmente se derrumba sola en cuanto la acaricio...