La industria cárnica

21.09.2024

Las nefastas consecuencias de la industria cárnica de la industria alimenticia que, al ser inabarcable en un sólo apartado, será reducida al aspecto quizá más pernicioso y brutal del mismo. Subrayamos entonces que lo que aquí nos concierne es un fenómeno muchísimo más nuevo de lo que comúnmente se piensa, y que resulta ser netamente moderno: la industrialización de animales para la producción de carne con vistas a su comercialización para el consumo humano.

Decimos esto porque no estoy aquí abordando el consumo de carne en sí mismo, el cual nos podría parecer adecuado en condiciones normales (condiciones ya casi completamente inaccesibles para el contemporáneo). Respeto profundamente a pueblos tradicionalmente cazadores o ganaderos, y nada tengo en contra de un ser humano por el hecho de adoptar una dieta carnívora. Lo que aquí nos ocupa es muchísimo más importante que una elección dietética (sin quitar la importancia que esto último tiene): qué es la industria cárnica; y qué genera a un nivel sutil, el cual permanece inconsciente a la mayoría de los modernos. Ese aspecto sutil de la "acción" del sacrificio industrial de animales volcado hacia la cantidad productiva y su función en el nuevo paradigma sanitario, supone ser lo que aquí nos ocupa.

Si el consumo de carne como alimento humano es antiguo (quizá no tanto como vulgarmente se piensa), la industrialización de la carne resulta ser una actividad nueva, moderna, y bien localizada en sus orígenes, tanto en el tiempo como en el espacio. Se puede identificar la industrialización cárnica como un proceso yuxtapuesto a la "producción en serie". A fin de cuentas, la industrialización cárnica es una producción estandarizada más.

La bien llamada "industria cárnica" se ha desarrollado al ritmo de una industria moderna más. Con las máximas explícitas de la producción y el beneficio económico, la industria cárnica se fue "optimizando" a lo largo del siglo XX con la química industrial, la manipulación genética de granos y animales, y las técnicas bioquímicas de hormonación.

Aún hoy, de la lista de los 10 países más consumidores de carne per capita, 7 son europeos. Se estima que actualmente (2023) sólo la República Popular China es la responsable del 25% de una producción anual de 72 millones de toneladas de carne de pollo. Sacrificio anual aproximado de más de 20.000 millones de pollos (es decir, el equivalente cuantitativo del asesinato masivo de 3 poblaciones humanas mundiales cada año). Este tipo de carne es desproporcionadamente consumida por europeos y americanos, siendo su favorita después de la carne de cerdo, con un consumo per capita europeo de 40 kgs al año. No es necesario corroborar esta información oficial para calificar la industria cárnica de insalubre: piensos manipulados genéticamente, animales que jamás pisarán la tierra ni verán la luz del sol, hormonación química que hace aumentar el tamaño natural de un ser tres veces, crianza infame, transporte de hacinamiento, sacrificio ignominioso, polifosfatos, maquillaje químico para aparentar frescura y ternura... tampoco nos parece oportuno profundizar en los tétricos detalles de estos procesos; basta con ser consciente del carácter fordiano de una línea de producción en la que no hay ni puede haber salud; sólo su sucedáneo moderno de la esterilización artificial y las técnicas plastificadoras que intentan encubrir semejante podredumbre.


Ante la oferta cárnica, el hombre moderno acostumbra a aceptar encantado la carroña que esta industria le brinda, alegando simplemente que "está bueno" o que "le gusta". Recordemos que la sociedad de consumo busca infantilizar al hombre, y precisamente sólo un niño (por lo demás, "mal criado") es incapaz de discernir entre algo que "está bueno" con algo que "parece bueno" y algo que efectivamente "es bueno". Que algo guste al paladar no garantiza que no sea veneno. En el caso de la carne industrial, incluso estudios médicos modernos la desaconsejan. Desprecio explícitamente los datos sobre "salud" de organismos oficiales, pero resulta cuanto menos significativo que reconozcan que el consumo de carne industrial está relacionado con las enfermedades cardiovasculares, diferentes tipos de cáncer, desórdenes intestinales, la obesidad, infartos, y ciertos síndromes neurológicos. Resulta obvio que esta relación es más estrecha y dramática de lo que osan admitir.

Sin embargo, si el consumo de carne industrial no generara estas enfermedades y los nutricionistas modernos la recomendaran (como, de hecho, algunos hacen), la carne industrial sería igualmente perniciosa a un nivel sutil que es el que aquí nos incumbe. Para comprender este nivel, se puede observar que otro argumento habitual que el moderno alega para el consumo de carne industrial, es que "el animal no tiene alma". Teniendo en cuenta que quien argumenta esto es siempre un moderno de mentalidad de inercia judeocristiana, sería interesante preguntarse qué quiere decir este sujeto con "alma" (si es que simplemente no repite las palabras como lo hace un loro). Efectivamente, si el animal industrializado no tiene "alma", es porque alguien se la ha quitado. Este acto de "desalmar" es -con rigor- lo que genera la industrialización cárnica.