Patria

23.09.2024

Si profundizamos un poco en este tema, que para muchos individuos de mente cerrada es un tema «sagrado», a pesar de la solemnidad y de la sacralidad de que se lo ha querido investir, es algo completamente artificial y fruto, en muchísimas ocasiones, de meras ambiciones de caudillos del pasado, o de puros accidentes geográficos, o sencillamente de la suerte.

Un niño orensano, por ejemplo, imbuido por lo que oye en el hogar, y adoctrinado en la escuela con las enseñanzas tradicionales, automáticamente deberá extender su amor unos 500 kilómetros hacia el Este, es decir a todos los habitantes de España que viven en esa dirección; 150 kms. al Norte y 100 al Oeste, porque allí se acaba la patria y comienza el mar; y tendrá que tener cuidado en ser muy parco en su amor hacia el Sur, porque en esa dirección están enseguida los portugueses; ¡y éstos son extranjeros!; más bien -según los patrióticos manuales de la escuela- fueron unos traidores e ingratos, pues se separaron del regazo de España.

¡Y resulta que los portugueses del Norte, son mucho más próximos racialmente, históricamente y hasta lingüísticamente a los orensanos, que los valencianos o los catalanes, hasta los que el niño tiene que extender su amor! Las líneas fronterizas de las naciones, que vemos en los mapas, no son más que la absurda caligrafía de la historia.

Es curioso cómo este sentimiento, hasta cierto punto lógico natural, de amar a los que uno tiene al lado, se hace enfermizo irracional, propenso al desprecio de los «extranjeros», y curiosamente se amolda con exactitud a unos límites que en muchísimos casos son antinaturales y en muchos otros han sido trazados por aventureros ambiciosos o por bribones ilustres. Y es también curioso ver cómo los hijos de los emigrantes, con unas milenarias raíces étnicas y lingüísticas totalmente diferentes, suelen ser más patriotas que los autóctonos del país, olvidándose rapidísimamente del originario país de sus antepasados.


Uno no puede menos de tener la impresión de que hay algo o alguien que manipula este sentimiento -que, como hemos dicho, es lógico- y lo exacerba y exagera hasta convertirlo en irracional, de modo que se defiendan con más ardor los defectos de la patria, que las virtudes de la nación vecina.