Detrás del sufrimiento hay creencia

10.12.2024

DETRÁS DE CADA SUFRIMIENTO HAY UNA CREENCIA. Por momentos, sufro. Pero entonces tengo la oportunidad de observar, porque detrás de cada sufrimiento hay una creencia». No sé si esta frase la han pronunciado muchas personas antes que yo. Supongo que sí; a menudo me suele suceder que «descubro la pólvora». Hay acontecimientos en la vida que nos generan dolor. Es propio de la naturaleza «humana» (o terrena) apegarse a las personas, a los lugares, a costumbres..., y cuando el universo nos recuerda que la esencia de la vida es el cambio, nos cuesta aceptarlo.

Nos cuesta separarnos de las personas, nos cuesta «perder» (no somos conscientes de que en realidad tal vez nunca hemos tenido nada), nos cuesta darnos cuenta de que solo estamos «de paso». El cambio nos genera estrés, y buscamos costumbres, rutinas que nos den seguridad, que nos aporten orden. Pero si observo mi vida, el sufrimiento viene causado siempre por una creencia. Pongo un ejemplo: una separación. Pienso que no estoy completa en mí mismo, pienso y siento que necesito que alguien me contenga, que alguien me complete, que me complemente..., y cuando ese alguien se va, me siento solo, desprotegido, abandonado... Pero no es por el hecho de que la persona se vaya (en este plano temporal sabemos que tarde o temprano eso va a ocurrir); es porque creo que no soy un ser completo, es porque creo que necesito ser complementado, es porque no soy capaz de quererme a mí mismo lo suficiente como para sentirme pleno. Podría ir desgranando muchas situaciones cotidianas o habituales que nos suponen sufrimiento, y sin duda alguna encontraríamos la creencia (aprendida, por supuesto) que hay detrás de ellas. Suelo hacer un ejercicio en estos casos: cuando algo me genera ese sufrimiento, cuando algo me quita la paz, me paro a reflexionar.

E intento descubrir si eso que a mí me está generando dolor también me lo generaría en otra cultura. ¿Existe algún pueblo en el mundo en el que eso sea habitual? Si es así, es fácil darse cuenta de que se trata solo de una creencia aprendida, que no es algo «real». Con esto no intento justificar cualquier acción, puesto que estoy convencido de que nadie viene a esta vida a ser traicionado, ni a sufrir...; creo que venimos a aprender. Y a aprender a desaprender. La única manera de no sufrir (tanto) es tomar distancia de uno mismo, no dejar que el ego nos lo haga sentir todo en primera persona, no permitir que nos convierta en los protagonistas de todo lo que ocurre...

Se trata de tomar distancia, alejarse, mantenerse como el observador de la escena, ver cómo actuamos ante esa circunstancia, cómo actúan los demás, no juzgarnos ni juzgar a otros; solo observar. Al tomar distancia uno se da cuenta de que hacemos y pensamos la mayoría de las cosas porque lo hemos aprendido así. Pero en otras culturas eso mismo no se vive así: ¿por qué me va a hacer sufrir algo que no es mío?, ¿por qué me va a quitar la paz una creencia?, ¿por qué voy a dejar mi felicidad en manos de los convencionalismos sociales? Vine a aprender, a generar conciencia en mi propia vida. Y ocurren cosas que me ayudan a ello. Pero mi vida no es independiente de la de los demás. Mi «familia de alma» también está aquí conmigo, aprendiendo sus propias lecciones. Y todos participamos de los aprendizajes de quienes nos rodean. Eso hace que mi vida a veces sea descabellada, surrealista, extraña, increíble. Algunos aprendizajes de mis clientes son complicados de asumir. Algunas personas eligen (o necesitan) vivir situaciones que las ponen contra las cuerdas para poder entender sus propias vidas. Pero si supiéramos todo el entramado, si conociéramos esa «gran partida de ajedrez», seguro que nos maravillaríamos de ver la perfección con la que las acciones se suceden y nos permiten continuar nuestro aprendizaje, a todos en conjunto. Por caminos comunes. Por caminos extraños. Es imposible dejar de aprender.

Y tengo dos opciones: o tomo distancia, observo e intento aprender... o me dedico a sufrir porque las cosas no son como querría que fueran. Detrás de cada sufrimiento hay una creencia. Puedes seguir sufriendo si quieres. O puedes intentar ir deshaciéndote poco a poco de esas creencias... para ser cada vez más libre y feliz. Eso no te hará más indolente, ni te hará más libertino. Simplemente te alejará del juicio, de la necesidad de clasificarlo continuamente todo como bueno o malo. No te hará más insensible. Tal vez te haga más sabio.