Ausencias, alucinaciones y delirios
Nuestra conducta está tan determinada por la huella del pasado, de lo heredado, por los estímulos del entorno, y todo ello por el canal de procesos cognitivos en su mayor parte inconscientes, que resulta imposible desaprender sin tomar un atajo.
Una de estas vías singulares para desconectarse del universo en que vivimos son las artes que, como la música, son susceptibles de trasladar las mentes a otro mundo que no es el habitual. Otra vía son los sueños y, en términos más generales, la capacidad del inconsciente para recorrer procesos cognitivos insospechadamente sofisticados. Se trata de uno de los descubrimientos más recientes y todavía no asimilados por una gran parte de la propia comunidad científica.
Cuando los supuestos expertos se equivocan -esto también puede ocurrir en estamentos muy profesionalizados -, se sienten amenazados en su propia identidad y en el reconocimiento por los demás de la valía de esta identidad. Como anticipa muy bien la teoría de la disonancia, cuanto más confiados y famosos son los expertos, menos probabilidades existen de que admitan errores en su conducta.
Gran parte de las decisiones que tomamos todos los días son el resultado de haber querido justificarnos a nosotros mismos como sea. Entre las mentiras conscientes para engañar a otros y los intentos inconscientes de justificarse a sí mismo ante los demás, hay un terreno movedizo en el que se fabrica nuestra propia memoria, en la que no puede confiarse ciegamente.